Si quieres que un trabajo fácil se haga difícil, déjalo para mañana.
Si estás leyendo este post en durante tu horario laboral, seguramente estás procrastinando, esto es, estás dejando para después lo que deberías estar haciendo en este momento ; )
No te sientas mal. Es una conducta mucho más común de lo que se podría creer.
Se calcula que 95% de las personas aplazan sus tareas en forma ocasional, y entre un 15% – 20% procrastinan en forma habitual y crónica. De hecho, en este último caso se trata de un problema de salud ocupacional, ya que al posponer reiteradamente un proyecto:
• Experimentas estrés. Entre más pospones algo que debe hacerse, más frustrado te sientes. Así, se inunda tu organismo con cortisol y adrenalina (las hormonas del estrés), que en exceso producen todo tipo de trastornos… Y tu salud puede verse comprometida.
• Hay pérdidas económicos incalculables para las empresas. • Se estanca tu creatividad.
• Pierdes tiempo. Y eso te obliga a permanecer en la oficina después de tu horario laboral.
• Sales tarde de la oficina se disminuye el tiempo que podrías utilizar para tus actividades favoritas.
• Y aunque intentes dormir por las noches, tu cerebro sabe que hay una tarea amenazante inconclusa… y es común sufrir trastornos del sueño en estos casos.
No procrastinamos siempre o con todas nuestras actividades. Procrastinamos principalmente ante proyectos que son Importantes/No Urgentes, o sea proyectos con estas características:
• No tienen un deadline claro o cercano.
• No hay quien pida cuentas.
• No hay quien te presione a completarlo (hasta que se vuelve urgente). • Son complejos.
• Es difícil hacerlos. (Las cosas que valen la pena en la vida, no suelen ser fáciles).
• Tienen un impacto positivo en tu calidad de vida.
• Involucran tomar riesgos.
Ejemplos: Hacer ejercicio, diseñar un Plan de Negocio, escribir un libro, etc.
¿Qué es la procrastinación?
¿Es pereza? ¿Falta de voluntad? ¿Un indicador de fracaso personal? Nada de eso. La ciencia dice que la procrastinación principalmente es:
1- Una dificultad que tenemos para regular nuestra motivación. La motivación y la procrastinación están inversamente relacionadas. Cuando la motivación aumenta, el posponer disminuye.
Es muy fácil sentirnos motivados cuando estamos haciendo lo que nos gusta, pero tarde o temprano en el trabajo tenemos que enfrentarnos con lo inevitable: tareas o relaciones hacia la que no nos sentimos naturalmente inclinados.
2- La respuesta del cerebro ante una situación amenazante, o sea, estrés.
La Respuesta del Estrés es una reacción natural de nuestro organismo que surge cuando nuestro cerebro percibe una amenaza. Esta reacción está compuesta principalmente por la segregación de cortisol y adrenalina que favorece las reacciones de: luchar, huir o congelarse (Fight/Flight/Freeze). Entonces, si tu cerebro percibe un proyecto/tarea que considera amenazante, trata de protegerte con la procrastinación. La intención es buena, pero los resultados en la vida práctica son terribles.
Las causas de la procrastinación
Dejamos para mañana, lo que deberíamos estar haciendo ahora por 6 razones, principalmente, y cada persona tiene su(s) preferida(s):
1- Baja Expectativa de éxito.
¿Dudas de que tendrás éxito en tu proyecto/tarea? ¿Que no serás capaz de cumplir tu dieta?
Las personas solemos dejar para después las tareas para las que nos consideramos menos hábiles. Si eres un vendedor novato, ¿aplazas el levantar el teléfono y hacer esa llamada en frío? En el fondo creemos que “no somos suficientemente buenos” para esa acción en particular. Y aunque tengamos que hacerla, la aplazamos.
2- Valor de la Tarea y de la recompensa.
¿Qué sientes cuando piensas en esa tarea que sabes que necesitas hacer ahora pero estás postergando?
¿Aburrimiento? ¿Apatía? ¿Ansiedad?
Hay tareas que con tan solo pensar en ellas sentimos una presión en el estómago. (¡Es la reacción del estrés!) Son las tareas tediosas y aburridas. O demasiado complejas. Depende de tu personalidad: si eres una persona sociable que disfruta el colorido de las relaciones interpersonales, considerarás aversivo estar a solas en tu escritorio haciendo el reporte de viáticos. O si, por el contrario, tienes un carácter más introvertido la idea de socializar en el trabajo la consideras amenazante… y desagradable.
3- Impulsividad.
¿Preparar el reporte… O entrar a Facebook? ¿O ir por una golosina a la máquina expendedora? Hay un goce mezclado con dolor cuando tocamos la pantalla de nuestro smartphone.
Nos gusta la gratificación inmediata, lo inmediatamente sabroso, aunque las recompensas futuras sean más grandes. Estos pequeños gustos, son distracciones, trampas de nuestro cerebro para no avanzar en lo importante. 4- Meta demasiado lejana.
“¿Comienzo la presentación que daré en un mes… O dejo que se acerque más la fecha para empezar a hacerlo?”
Entre más cerca estemos de alcanzar una meta, más duro trabajamos. Y lo contrario también es cierto. Por este hecho, mucha gente siente que trabaja mejor bajo presión. En realidad, trabajan a marchas forzadas, con angustia y con el deadline fungiendo como motivador. ¿Qué tan lejano percibes tu objetivo? Las metas muy alejadas en el futuro parecen borrosas y abstractas; en cambio las metas diarias son tangibles y hasta motivantes.
5- Rebeldía.
En tu “ToDo List” puede que haya una frase invisible antes de cada tarea anotada: “Tengo que…”
“(Tengo que) preparar el reporte”. “(Tengo que) revisar los estados financieros”. “(Tengo que) escribir un post en Linkedin”. Esto no es una situación muy motivante ni divertida que digamos. 6- Perfeccionismo.
El terror a cometer un error. Se ha demostrado que hay cierta relación entre fantasías de grandiosidad y la procrastinación. El cerebro de los grandes procrastinadores sienten una gran amenaza ante la posibilidad de equivocarse. Eligen congelarse, antes que arriesgarse. Nuevamente, el cerebro entra en estado de alerta cuando percibe que está mucho en juego.
Una solución muy fácil
La receta sería muy clara:
• Incrementar el Valor de la Tarea (hacer que la tarea sea atractiva) y la Expectativa de Éxito (asegurar que tendremos éxito);
• Disminuir la Impulsividad (evitar distracciones) y la lejanía de la meta (tener submetas diarias que nos vayan acercando a la meta final). La solución concreta podría parecer decepcionante, y demasiado fácil para ser verdad, pero es lo que se ha demostrado que funciona. Es la estrategia de la “tarea mínima”.
Comprometerte a realizar hoy una tarea relacionada con el proyecto en cuestión que sea tan pequeña y tan fácil de controlar que no produzca en el cerebro la paralizante reacción de estrés, y que puedas mantener la motivación para cumplirla.
Ejemplos: Comprometerte hoy a sentarte y escribir un párrafo de tu tesis. O sólo durante 5 minutos.
Comprometerte a ponerte tu ropa para hacer ejercicio (aunque no vayas al gimnasio).
Comprometerte a hacer ejercicio durante 3 minutos!
Comprometerte a ahorrar $10 diariamente (en vez de “un 20% de mi sueldo”).
¿Porqué funciona una estrategia tan simple?
Porque al realizar una acción, aunque sea mínima:
• En realidad ¡estás haciendo algo! Es mejor escribir 5 minutos diarios, que nada.
• El reto es empezar. Una vez que inicias puedes continuar.
• Es una tarea tan sencilla que seguro tendrás éxito.
• Es una tarea tan pequeña que no puede ser desagradable.
• Es una tarea tan modesta, que no hay peligro en equivocarse.
De esta manera engañas a tu cerebro, y puedes gestionar tu motivación. Así que ya no hay pretextos para empezar ¡ahora!